Sobre la economía social y solidaria como instrumento de democratización: aporte teórico
Francesco Vigliarolo*
No hay duda que hoy en día la Economía social y solidaria se afirmó como un actor importante de la vida socio-económico de la calidad de las democracias modernas. Formas de Economía social, como afirma Jeremy Rifkin en su famoso libro (El fin del trabajo, 1995), a partir de finales de los Ochenta fueron naciendo como nunca se había registrado antes. Y los Sociólogos franceses, Jeantet, entre otros, han creado el término según el significado que se le conoce hoy con el intento de distinguir una Economía que no es ni de Estado ni del mercado.
Al mismo tiempo, las transformaciones políticas, sociales y económicas, acontecidas en las últimas décadas en el sector público estatal y en el público no estatal permitieron el surgimiento de nuevos “agentes o portadores de necesidades” que generó una serie de desafíos. Dichos actores hoy se desenvuelven en un territorio en el que se generan y consolidan estructuras sociales y económicas que necesitan ser identificadas y analizadas a partir de su vida cotidiana presentando debilidades y potencialidades como protagonistas de lo que se podría llamar un “desarrollo social y económico comunitario”. En este marco, el fortalecimiento y la participación activa de los ciudadanos en la producción de su proprio bienestar es el requisito primario de una verdadera economía social y solidaria que define sus prioridades como afirmación de momentos de identidad y, por lo tanto, derechos.
En esta dirección la Economía social y solidaria se concibe, antes que nada, como permanente construcción de una conciencia social que anima y oriente los procesos de producción y construcción de servicios, a partir de la abertura de la conciencia individual que se abre al mundo e interactúa con el contexto y los demás. En este contexto, el territorio se transforma en un proceso histórico, social y cultural, en continua evolución, fruto de la interacción y de las relaciones de todos los componentes que lo conforman que se movilizan de manera relacionadas produciendo un conocimiento intersubjetivo necesario a interpretar las necesidades y brindar las consecuentes respuestas, personalizadas y comunitarias.
En otras palabras, la economía social y solidaria no es tal porque es solamente sin fin de lucro, sino más bien, porque incorpora adentro su acción aquellos códigos territoriales que conforman una identidad construida de manera permanentemente intersubjetiva, considerados valores de una comunidad, que guían las acciones económicas y le brindan una dimensión normativa, perdida a través los sistemas positivistas. Este permanente proceso de construcción del conocimiento intersubjetivo a partir de la vida cotidiana, permite elegir las prioridades de una comunidad y permite producir, antes que nada, momentos de “verdades sociales” en cuanto respuestas a necesidades reales, y por lo tanto la afirmación de “derechos” que guía su acción.
*Titular de Economia Regional en Universidad Catolica de La Plata - Universidad de San Martin en Buenos Aires- (Argentina)
0 comentarios:
Publicar un comentario